Verónica Quense, 46 años, artista:
"Todas mis amigas se han hecho abortos: TODAS, TODAS, TODAS"
Hace más de veinte años que no voy al ginecólogo. La última vez fui sólo porque acompañé a mi hija y el médico le dio anticonceptivos y le dijo que inhibían la ovulación, entonces, yo le pregunté "¿por lo tanto, inhibe la libido?". "Sí, respondió, pero lo importante es que las niñitas no queden embarazadas". O sea, que mientras voy tomando pastillas se va produciendo la frigidez ¿y eso es poquita cosa?, ¿mi sexualidad no importa? Peor aún: se trata de puras violaciones. Porque si una mujer no está caliente y tira ¿qué es? A veces pienso que deberían hacer una pastilla que maté los espermios y que impida el embarazo a costa del orgasmo masculino. Pero no. Somos nosotras las que tenemos que introducirnos mierdas químicas que nos desequilibran mientras los demás opinan "anda nerviosa la niña, con un poquito de espinillas" como si eso fuese secundario y nuestro cuerpo fuera una bolsa para tener guaguas. Yo no creo en los roles. Hay mujeres que quieren tener hijos y otras que no. El espíritu es libre. Sin embargo, vamos poniendo restricciones. Sobre todo la Iglesia Católica que siempre quiere imponerle su moral al resto del planeta. Idolatran a la Virgen porque es virgen y las mujeres son accesorios que sólo sirven para procrear. Impóngale ese concepto a sus minas. Esas que tienen diez hijos y están con el cuero como si tuvieran veinte años: con las tetas arriba, la cara estirada, y la enfermera al lado cuidándole la guagua más dos empleadas que juegan con los demás niños. Así es bien fácil porque además no tienen vida, ¿qué vida van a tener con tanta guaguita? Qué se van a cuestionar si ellas creen que estás loca porque hablas de poesía, de libertad. Es que viven tan encerradas que ven un obrero y creen que es ladrón. Qué les vai a estar hablando de derechos si ni siquiera piensan por sí mismas y agachan la cabeza a la opinión el marido. Váyanse a su ghetto y no se hagan abortos, no se divorcien, no fumen marihuana. Cumplan sus leyes encerraditos en sus barrios, en sus huevás que tienen allá en La Dehesa, pero no vengan a imponernos. ¿Acaso creen que el pueblo es idiota que se sienten con el derecho a prohibirnos? Además son ilusos porque piensan que prohibiendo el aborto van a haber menos abortos. Yo me hice abortos antes de los veinte y antes de los treinta, y todas mis amigas se han hecho abortos: TODAS, TODAS, TODAS. El 100% de ellas y hay algunas que se los hacen y están llorando cuatro años, y otras que no. Si es cuestión de ver las estadísticas y una de las principales causales de muerte en Chile es el aborto clandestino. Pero claro, con su ceguera ellos se hacen cómplices de la muerte de miles de mujeres y no les importa. ¿Te has fijado que en los cuentos de niños siempre muere la madre? En Bambi, en Blanca Nieves, en Piecito muere la madre, pero el cuento sigue y bendecida sea la mujer muerta porque parió a su hijo y cumplió con lo que tenía que cumplir.Eliana Salinas, terapeuta, 42 años:
El doctor me decía "ahora venis a juntar las piernas". Cuando me casé tenía la cabeza llena de pájaros y dieciocho años. Estaba tan enamorada que creía que el matrimonio era para siempre. Mis papás estuvieron casados por treinta años y antes de morir, mi papá le tomó la mano a mi mamá para decirle que la amaba. Yo no tuve tanta suerte y cuando me separé la gente me decía ¿Por qué si tu marido es tan bueno? Era la pura cáscara: le gustaba carretear y me engañaba. Tuvimos dos hijas y yo me quedé con ellas viviendo en una villa de Conchalí. Cocía ropa y sacaba diez lucas para el mes. Apenas comprábamos el pan. Mi marido no me daba pensión y más encima quería que me fuera de la casa porque era de él. Lo pasé pésimo, pero entre medio conocí a un cabro más chico y me enamoré. Como me veo más joven, enganchamos y quedé embarazada. Me había sacado la "t" y estaba con pastillas, pero como no tenía plata, no tenía pastillas. La noticia me angustió y cuando le conté a este cabro se aterró. Es que era muy joven y no sabía como enfrentar la situación. Me quedé sola. No sabía qué hacer. Porque ¿qué hacis cuando estai sola con dos hijas, ganando 10 lucas, con una casa que mantener?, ¿qué hacís con una guagua que requiere pañales, leche, remedios, cuidados cuando tenis que trabajar? Entonces, se me acercaron unas viejas que conocí en el almacén y me hablaron del aborto. Ellas habían abortado en sus épocas. Se habían metido palillos, ramas de perejil y habían tomado un brebaje de cerveza hervida con aspirinas. Yo les dije que esos métodos me parecían terribles y ahí me hablaron del misopostrol, que era un medicamento caro que una de ellas podía conseguir.
Recuerdo que lo tomé y al día siguiente expulsé algo. Tenía un olor fuerte como a pescado y me salía un líquido verdoso. Llegué al hospital con fiebre y convulsiones. Me pasaron a una sala donde había tres médicos. Uno de ellos era rubio, alto, grueso, blanco, de ojos azules. No recuerdo su nombre, pero su cara no se me olvida porque se puso a gritar: "esta yegua debe haber abortado". Fue terrible porque hablaba de mí como si no estuviera escuchándolo y me decía "¿te pusiste un alambre, yegua? Te vamos a meter presa". Yo estaba tirada en la camilla y apenas me salía la voz. Me sentía basureada y sólo pensaba en mis dos cabras chicas. Le negué lo del aborto para que me dejara tranquila, pero no sirvió porque me hicieron un raspaje y como tenía convulsiones y temblaba, las piernas se me juntaban y él me las abría, bruscamente, y me decía: "ahora venís a juntar las piernas". Me acuerdo ahora y me da rabia, porque yo debería haberle dicho que lo iba a demandar, que no podía tratarme así, pero estaba tan asustada.
Por suerte, había otro doctor, uno morenito, más del pueblo, que le dijo que me dejara en paz y me preguntó como me sentía y después dijo que me iba a recomendar una psicóloga porque él entendía que lo que había pasado era fuerte para mí. Al llegar a mi casa me vino una pena condenada. Me sentía culpable por el bebé porque la sociedad te culpa. A veces me preguntó si habría sido niño o niña. No me torturó con eso, pero me lo preguntó. Eso sí, no siento dolor porque sé que abortar fue una decisión sabia en ese momento. Ahora estoy embarazada de cinco meses y este bebé tampoco estaba contemplado, pero cuando me hicieron la ecografía y vi a la guagua, grande, moviéndose, me dio una ternura que dije "se queda". Es que ahora mi situación es distinta: tengo un trabajo, una estabilidad emocional, soy una mujer plantada en mis pies, con una lucha política, con una pareja maravillosa. Siento que mi vientre está cálido y estoy feliz que mi bebé venga porque va a ser un amador de la vida como yo. Porque para mí no fue fácil pensar que venía un hijo y yo lo mataba. Lloré mucho, pero la verdad es que con ese hijo, posiblemente, no habría alcanzado este momento. Habría trabajado en una empresa de costura catorce horas al día, sacándome la cresta para ganar una porquería, sin estudios, sin una lucha. Yo no habría sido feliz y eso es muy importante porque hay demasiado guacho en este país, demasiados niños que nadie quiere, que viven en orfanatos o que están con sus padres, pero que pasan en la calle expuestos a la pasta base, a la pedofilia, a ser abusados por quien tenga un auto y se los meta arriba, y eso yo no lo quería para mi hijo. Eso sí que no puedo.
Adriana Gómez, periodista, 64 años:
"Antes el aborto era un método anticonceptivo"
Tengo tres hijos y he abortado varias veces. Por mi edad no es una cosa rara. Mi madre y mi abuela murieron hace muchos años, pero estoy segura que si les preguntara seríamos muchas más las que alguna vez abortamos. Es que antes el aborto era un método anticonceptivo, pero en mi juventud más bien había ignorancia. Faltaba asumir que tenías que cuidarte y pedirle a tu compañero que se cuidara. A mi me pilló la píldora entre medio de la revolución de las flores, de este hagamos el amor, pero con desinformación. Tal vez yo debería haber tenido más
cachativa, pero me embaracé y no me interesaba tener hijos. Así de simple. No era mi proyecto y me costó mucho conseguir información sobre donde abortar. Es que antes no existía esta criminalización tan fuerte. Tampoco recuerdo a nadie diciendo "que brutalidad", o "me voy a cortar las venas por la culpa". Era algo aceptado por debajo, y creo que tal vez muchas mujeres quedaron con culpa, pero no fue mi caso porque yo soy una laica pura. No tengo el peso de la Iglesia Católica así que la culpa no me marcó, pero tampoco estoy contenta de haber abortado. Ojala no hubiera tenido que hacerlo, nadie quiere hacerlo, pero en ese momento me resolvió un problema y son procesos que uno vive muy sola porque todo es clandestino. Vas a un lugar escondido, al cual llegas por una serie de indicaciones siniestras, donde hay una puerta cerrada, sin número y donde el tipo que te hace pasar no te habla, está en silencio y no te ponen anestesia, entonces, sientes una sensación de indignidad tan grande y te preguntas ¿porqué mierda tengo que estar en este proceso, en esta soledad? Recuerdo a una joven peruana que me contó que el médico la violó y después le hizo el procedimiento, y ella estaba ahí, sola, pensando que hacer… Eso es de una brutalidad, de una indignidad, de una transgresión de derechos, que en otros países como en Puerto Rico no ocurre. Hace años visité allá con una amiga, una clínica de aborto y la consulta era normal, abierta, pública, tenía un cartel y mi amiga me contaba que las mujeres que abortaban podían llevar a alguien para que les tomara la mano. Después los médicos les hacían un seguimiento post aborto para que no tuvieran complicaciones. Ahí tú ves el reconocimiento del problema social y humano, donde la solución es buscar cómo te apoyo y cómo evito que reincidas en esto. Como si fuera otra prestación de salud porque el aborto clandestino tiene un riesgo muy alto de enfermedades y de muertes sobre todo en las mujeres pobres y adolescentes, que a menudo llegan a abortar cuando el embarazo está avanzado y es más riesgoso. Antes, les da miedo, vergüenza, y no tienen dinero. Las adolescentes de ahora corren un gran riesgo. Me ha tocado conocer muchos casos. Ya está bueno que se entienda que el aborto es un problema de salud, de derechos humanos, de justicia.
Victoria Aldunate, 42 años, terapeuta y comunicadora:
“Le dije a mi mamá "no soy una asesina"" Aborté a los 25 años. Estaba estudiando en la Unión Soviética y quedé embarazada. Me falló el método y conversé con mi pareja, pero se asustó: no quería tener hijos. Y yo, la verdad, ni siquiera me lo había preguntado. Es que estaba descubriendo el mundo, viviendo en una revolución fallida, militando en un partido de izquierda y durmiendo en un conventillo soviético donde la pobreza era digna porque compartías el baño, pero tenías dinero para comprarte libros. Mis amigos eran hippies, punkies, disidentes de izquierda, exiliados chilenos y también tenía una amiga afgana que me habló por primera vez de posturas feministas. Con ellos me juntaba cada noche a arreglar el mundo. Lo pensé bastante antes de abortar. Allá era legal y en el hospital te decían ¿usted va a dejarlo, o abortarlo? Recuerdo que habían unas estudiantes coreanas de medicina que al escuchar mi decisión se espantaron y soltaron un ¡oh, oh! a coro. Me sentí muy juzgada. Además tenía miedo de morir. Honestamente, no estaba preocupada por el huevo. Me preocupaba mi vida, mi cuerpo. El día del aborto me recibieron unos enfermeros que me miraban con cara de "ah, llegó la putita chilena". Esa fue la sensación que tuve porque se pusieron a cuchichear delante de mí. Yo entendía ruso así que los escuché decir "está rica la mina" y va a abortar eso quiere decir que es "puta" se puede con ella. Por suerte, apareció una enfermera que los mandó lejos. En la sala de espera había otras mujeres que venían abortar. Una de ellas me dijo "que bueno que estás porque cuando hay extranjeras nos ponen anestesia". Desperté llorando. Me sentía perdida sobre todo porque mi aborto fue comidillo en el partido donde militaba. Si hasta un dirigente fue a mi pieza a pedirme explicaciones de porqué había abortado. Lo mandé a la mierda. Ya tenía suficiente con romper con una pareja para que este tipo viniera a llevarme a control de cuadros. Además, yo sabía con quien me acostaba y porque abortaba. Lo peor es que nada de eso me daba lo mismo. Ese es un cuento que uno se repite para sentirse mejor. Si más encima mi papá me dijo años después "para que abortaste, tenías la guagua y tú mamá la
criaba". Nunca entendí porque me dijo eso. La adopción no era una alternativa. Verdad que está lleno de gente que quiere adoptar guaguas pobres, mapuches o morenitas. Como voy a dar en adopción a una guagua sabiendo que tuve la irresponsabilidad de darle la vida y que ahora puede estar siendo maltratada. Ni siquiera sería capaz de abandonar a un perro. Yo sé que hay gente que piensa "si le quitaste la vida", pero creo que nosotras tenemos derecho a definir cuando ejercemos la maternidad. En los talleres que hago conversamos con las mujeres sobre porqué parimos. Y hay un gran porcentaje que no parió porque quiso. La mayoría parió porque todo el mundo se embaraza, porque no pudo abortar, porque así él se iba a quedar con ella, o porque tenía la fantasía de ser como esas mamás jóvenes que salen en los avisos de Omo. Pero tengo amigas que no quieren parir porque su vida tiene que ver con otra cosa. Por eso, no me tragó el discurso de la vida. A todo el mundo le da pena un gatito abandonado, una guagua, un pobre
viejito, pero a cuanta gente le da pena la vida de las mujeres ¿cuantos dicen pobre mujer que tiene que andar con la guagua? Una vez me topé con una mujer que le pegaba a su hijo. Yo le dije que no lo hiciera y se puso a llorar. Conversamos, entonces, me dijo angustiada "todos los días me levantó a las seis de la mañana, y traigo al niño al jardín, y él no quiere quedarse, me hace escándalo y llegó atrasada a la pega, y el papá es un huevón de mierda que no hace nada". Pero nadie se pregunta por la calidad de vida que tiene ella. Todos tienen el dedo juzgador para decir "cómo le pega al niño". Antes mi mamá decía que las mujeres que abortaban eran asesinas, pero a mi regreso yo le dije: "mamá, yo no soy una asesina". Ahora, no sé si está a favor del aborto, jamás lo hemos conversado, pero una cosa está clara: ya no juzga.
Teresa Donoso, 54 años, pobladora:
"Mi marido me dejo la decisión siendo que la cachita la echamos los dos"
Llegué con hemorragia al hospital. Había tomado miles de mugres: yerbas, pastillas, incluso me puse inyecciones. Si hasta hice fuerza con la guata. El doctor y las enfermeras se dieron cuenta al tiro que había abortado y me hicieron un raspaje a sangre fría "pa' que no te acostumbris, asesina" decían. Como el dolor era tan fuerte, yo gritaba y pedía anestesia, pero ellos me callaban diciéndome "no te gustó matar a tu hijo". ¿Qué hijo? ¡Si era un embrión! Es que ellos no piensan lo que podís sentir. Para ellos erís un animal que está obligado a reproducirse sin pensar. Están equivocados. A las mujeres no nos gusta abortar, pero cuando no tenís las condiciones: ¿para que vai a traer otro hijo más?, ¿para que tengai culpas con él? Cuantas veces uno ha escuchado a las mamás decir "por culpa de este cabro huevón tuve que casarme, por culpa de él no pude estudiar" Y yo como no quería eso dije no. Además mi marido estaba sin pega y me dejo la decisión a mí siendo que la cachita la habíamos echado los dos. Es que los hombres siempre te dejan sola y no hacen causa común. Por eso, hay que enseñarles a las mujeres pobres que usen el condón aunque el hombre les diga que es como hacerlo con guante. Mentira, si al final son ellas las que están más vulnerables a tener aborto. No es por discriminar, pero las mujeres con recursos entran a una clínica por apendicitis, abortan, y salen caminando regias. En cambio, las mujeres pobres tenimos que ir a los servicios públicos donde nos maltratan, hacernos las valientes y dejar que nos hagan lo que quieran porque en la casa hay más cabros chicos esperando. Yo aborté dos veces y desde entonces le tengo pánico al ginecólogo. Me da terror subirme a la camilla y abrirme de patas. A veces pienso ¿cuántos abortos se hacen
diarios en una clínica?, ¿cuánto ganan los médicos con el cuerpo de la mujer? Pero claro, a mí el médico me gritaba asesina como si fuera la única en el mundo. Si en la población cuando yo era chica había una vecina que hacía "remedio". Les ponía una sonda a las mujeres. Un largo pedazo de goma que se incrustaba en la vágina por dos días y al caminar la mujer rompía la bolsa y venía la hemorragia. Si yo conocí a una señora que tuvo quince hijos y abortó diez con ese método. Seguro que para los católicos ella está ex comulgada igual que yo, pero a mi no me importa porque no soy católica y no tengo culpas porque yo tomé una decisión pensando que mando mi cuerpo y nadie, ni los gobiernos, ni los estados, ni los maridos, pueden exigirme que tenga un hijo que no puedo tener porque eso va en contra de mi como persona y humana.
Por eso, si tuviera que hacerlo de nuevo, lo haría de nuevo y si caigo presa, mala suerte, porque creo que llegó el momento que las mujeres nos atrevamos a decir "eh, yo aborté, yo lo hice y sácame una foto" igual como los Provida se fotografían. Si hace poco tiempo hicieron un recital en contra del aborto y fue Sol y Lluvia ¡¿de que me estai hablando?! No sé, yo creo que estamos retrocediendo. Si ahora quieren quitarle la pastilla del día después a las mujeres jóvenes y también la "t" de cobre, simplemente, porque a la gente de derecha se le ocurre. Ahí es cuando yo me preguntó ¿Dónde está la gente de izquierda progresista? ¿Dónde está la gente por la que voté y dijo que iba a estar a favor de nosotras las mujeres? Yo creo que hay que salir a las calles, protestar, correr a La Moneda y gritarle a la Presidenta, "oiga, ¿qué le pasa? ¡Reaccioné! ¿O es que acaso como está rodeada de tanto huevonaje se puso tonta?".
Fuente: THE CLINIC, jueves 27 de marzo de 2008, AÑO 9, Nº 235
* Gentileza de THE CLINIC y la periodista Verónica Torres Salazar (este artículo y testimonios están sólo en kioscos –no en internet- el que podamos tenerlos en nuestro blog es gracias al medio de comunicación THE CLINIC y su periodista Verónica Torres Salazar).